En
el envejecimiento de nuestra piel intervienen varios factores. Por un lado,
están los factores genéticos/hereditarios (que representarían un 25%), sobre
los cuales, por el momento, no podemos actuar. Y por otro lado, los factores
ambientales, como la luz ultravioleta o radiación solar, responsable del
fotoenvejecimiento y, la contaminación (con un 40% de influencia) y, los
hábitos de vida (representando el 35%), donde incluimos, el tabaco, el alcohol,
la inactividad física y la dieta. Estos últimos serían responsables, junto a la
genética, del cronoenvejecimiento.
Nuestro
cuerpo está sometido a la acción de los radicales libres, que se forman en
relación al metabolismo de nuestro cuerpo y a los procesos de inflamación que
nos ocurren (ejemplo fiebre) y a los elementos externos. Todos los elementos
que hemos mencionado (sol, tabaco, contaminación, conservantes y químicos de los alimentos…) dan
lugar a radicales libres.
La
dieta antiaging se basa en incluir en nuestra dieta productos con acción
antioxidante, que neutralicen estos radicales libres. Entre estos antioxidantes
destacan el ácido ascórbico (o vitamina c), los tocoferoles (vitamina E), los
betacarotenos, el licopeno y los polifenoles (especialmente los flavonoides).
Estos antioxidantes se encuentran principalmente en: frutas y hortalizas,
aceite de oliva virgen y aceitunas, cacao (chocolate negro), el té verde y los
frutos secos.
Además
de los antioxidanetes la dieta antiaging incluye 3 elementos claves más: la
grasa de los alimentos ingeridos debe ser saludable (es decir, insaturada
frente a saturada), un predominio del pescado sobre la carne como fuente de
proteínas y un ajuste del número de calorías al gasto metabólico de cada persona.

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